jueves, 17 de junio de 2021

Bienvenida, mi pequeña princesa

Un mes después recupero la actividad en este blog para contar que ha nacido mi segundo hijo. En este caso, niña. La pequeña Olaya nació el primero de este mes y tras un tiempo en el hospital, desde hace unos días ya está en casa con nosotros y por supuesto su hermano mayor. Se abre por tanto una etapa que en realidad es radicalmente diferente, pues si bien no somos padres primerizos, si es toda una experiencia la de que haya hermanos. Pues a partir de ahora hay que tener especial cuidado para que no se peleen y se lleven bien. Es lo primero que pienso que deben cuidar los padres una vez que entran en casa con el nuevo miembro y el primogénito se encuentra por sorpresa que no es un simple invitado. Lo fácil es cuando no hay nadie más y que sepamos que no cuentan ni el perro ni el gato ni cualquier otra mascota.

Sobre todo para un pequeño niño que está acostumbrado a que toda la atención recaiga sobre él, el hecho de no haber madurado todavía lo suficiente siempre es un obstáculo. Sin embargo, ello no significa en absoluto que sea insalvable. Sólo hay que tener paciencia y cuidar de que no haya ningún despiste, pues sin ninguna mala intención el mayor podría darle un manotazo, agarrarle alguna de sus extremidades o hacerle algún tipo de daño.

Afortunadamente, habiendo dos padres el trabajo familiar de crianza puede repartirse muy bien. Unas veces la madre con uno de ellos y el padre con el otro y viceversa en otras ocasiones. Principalmente de esta manera de repartir el tiempo se puede evitar que el mayor pierda apego con alguno de ellos. Con el tiempo, terminará acostumbrándose y aceptando mejor a la nueva inquilina e incluso serán grandes compañeros de juegos. Y amigos, porque ante todo son hermanos para toda la vida.

Así que se pueden imaginar el trabajo que tenemos ahora en casa, pero afortunadamente con unos permisos mejorados gracias a las últimas modificaciones legislativas que han equiparado la maternidad con la paternidad. Y pienso que con toda justicia, pues no sólo se necesitan más de dos manos para cuidar al nuevo bebé, sino también distribuir de forma interrumpida los periodos de permisos para que aquél esté con al menos uno de sus padres el mayor tiempo posible. Todo ello antes de dejarla con sus abuelos (si es que viven, claro) y en caso alternativo en una guardería con los costes económicos y personales que conlleva. Lo mejor, en mi opinión, es que pasen el mayor tiempo posible mientras crecen y estos nuevos permisos afortunadamente logran ampliarlo mucho, aunque la verdad es que nada es suficiente a la larga.

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