viernes, 24 de octubre de 2025

¡Basta ya! Tolerancia cero al acoso escolar

Pues 5 meses me hizo callar en este blog la decepción de un play-off fallido en el que no fuimos capaces ni de superar la primera ronda y llegar a la final, que creí que hubiese sido contra el Mérida y finalmente fue el menos esperado el que obtuvo el premio de la LFP: La Real Sociedad B, un filial de jugadores jóvenes sin presión alguna. Actualmente, la temporada no ha podido empezar peor, pues el equipo va en sólo la jornada 8 último a 3 puntos de la salvación, con algunos jugadores borrados, sin médico, con un montón de lesionados y un presidente que no se atreve a pagar 500 mil euros para echar al entrenador y al director deportivo. En fin, una situación dantesca de la que no quiero hablar en este momento pero otro día haré. Hoy voy a hablar, rompiendo el enésimo silencio en el blog (aunque estoy mucho más activo en mi secundario) del tema del acoso escolar. Porque hemos llegado a unas cotas absolutamente insoportables. 

El pasado martes 14 de octubre, la joven sevillana de 14 años Sandra Peña se abalanzó desde la azotea de su casa tras haber confesado a sus padres que sufría bullying al parecer de sus compañeras. Cursaba estudios en el Colegio Irlandesas Loreto, una entidad concertada de la Junta de Andalucía. Este trágico suceso pilló absolutamente desprevenido al centro, que ha tardado en reaccionar y tras viralizarse a nivel nacional ha comunicado que adoptará un "plan de acción" destinado a menores alumnos en situación de vulnerabilidad o necesidad. Estas omisiones y reacciones del centro no han convencido a los padres que han declarado que denunciarán al centro mientras que la fiscalía de menores ha abierto expediente tanto para analizar la responsabilidad del instituto como para investigar la situación relativa a las dos chicas que presuntamente fueron responsables del machaque psicológico de Sandra. No cabe duda de que existe información que aún no ha trascendido, pero resulta complicado pensar que no existiese ningún indicio que apuntase a bullying o que la niña no hubiese puesto en conocimiento de alguien aparte de sus padres. No necesariamente pudieron saberlo profesores, sino también otras alumnas (o alumnos) que no participasen en el acoso.

Sin embargo, no es ni mucho menos la primera vez que ha sucedido. Así por ejemplo, como otro caso reciente, es el joven de 15 años Daniel Quintana de Almacelles (Lérida) que si bien se ha rescatado en esta ocasión y es posible que mucha gente se haya enterado ahora. En este caso sí que hubo una denuncia de la situación al centro por parte de su madre. A este chico le robaban su material escolar, le marginaban en los recreos e incluso le amenazaban con navaja. ¿Las respuestas del centro y la inspección educativa? Todas evasivas y reafirmando que no les constaba nada.

La primera pregunta y más directa sería, ¿qué está fallando? Pero quizás habría que preguntarse primero qué circunstancias favorecen el problema y las que hay que atajar. El acoso escolar del siglo XXI se ha sofisticado. Quiero decir que ya no es simplemente pegar, ocasionar situaciones humillantes o despreciar con insultos en el recreo y por parte de alumnos varones. El peor acoso y el que posiblemente esté detrás de la horrible decisión que tomaron estos menores es el psicológico. El que debilita la salud mental hasta anular toda percepción racional de la realidad y reducirla a una situación personal de callejón sin salida. ¿Y qué herramientas se están usando por los acosadores? los teléfonos móviles y las redes sociales y de mensajería. Esto hace que la situación de desasosiego e intranquilidad no remita cuando los acosados salen del colegio y regresan a casa. No. Se lo llevan con ellos y siguen recibiendo mensajes y en ocasiones viendo como fotos humillantes se comparten con otras personas. De igual manera, no existe ya perspectiva de género porque tanto chicas como chicos son potenciales blancos de otras chicas o chicos. Sí, en el siglo XXI ellas se han apuntado a destruir a otras mujeres como ya vienen haciendo hombres con otros hombres. Lo que no ha cambiado es la intolerancia al diferente. Puede ser por una circunstancia personal, física o social o simplemente porque entiendan que ese menor no pertenece a su grupo y por lo tanto se convierte en un adversario.

En mis tiempos había mucho bullying, pero no había degenerado aún en lo que es hoy. Yo mismo fui víctima, en una ocasión sufriendo agresiones físicas. Afortunadamente eso paró y fue porque lo confesé primero a mi hermana y seguidamente a mis padres. Eso fue en el colegio, en el instituto ya empezó a ser más de tipo mental pero no había móviles. Como estaba tan extendido pero al mismo tiempo plenamente normalizado, en otras ocasiones llegué a ser cómplice aunque nunca ejecutor.

Cuando se reportan noticias como estas, muchos tendemos a pensar que los centros podían haber hecho mucho más, que cuando llega el momento siempre se despachan con "son cosas de críos" cuando no tratan de tapar todo lo posible para que inspección educativa no les abra un expediente sancionador. Por supuesto, los centros son parte responsable porque son los primeros que deben de exponer tolerancia cero al acoso escolar desde el primer momento pero, ¿y los padres? Quiero decir, me pregunto primero incluso si los padres de hijos acosadores saben que tienen a un/a monstruo en casa. Creo también que otro aspecto que ha cambiado es que no necesariamente los acosadores provienen de familias desestructuradas. Cualquier familia que en casa dedique tiempo a enseñarle a sus hijos valores de respeto y tolerancia, creo que será más complicado que cuide a alguien que acose a sus compañeros/as. Sin embargo, es posible que haya algo que se escape. Y como antes he mencionado, los móviles son un espacio en los que parece que los padres permanecen ajenos por la privacidad de sus propios hijos.

Existen análisis tendenciosos que apuntan sin pruebas a creadores de contenido de Internet por difusión de supuestos mensajes racistas, machistas u homófobos. Sin embargo, ese señalamiento se cae por su propio peso cuando existe también bullying entre mujeres, personas no racializadas y heterosexuales. Pienso que tiene que ver más con la errónea construcción de una identidad de grupo al tiempo que (posiblemente) el desarrollo de un sentimiento de envidia o de odio. No puede ignorarse que sigue existiendo bullying apoyado en el carácter físico como el peso, la altura, llevar gafas o cualquier aparente defecto que se perciba o se sentencie visualmente. Pero para llegar a minar la psique de un menor de edad tiene que llegar a extremos insospechados. Y ahí es cuando nos tenemos que preguntar si el menor se siente apoyado o si cree que tiene la suficiente libertad y seguridad para comunicar su situación, poder ser escuchado y que se reaccione a su favor. De verdad que me cuesta pensar que para el menor la única salida sea poner fin a su vida, por lo que sólo alcanzo a imaginarme que tiene que llegar un momento en que se encuentre totalmente solo. Y la duda es si a esa situación se llega por soledad o por debilidad personal, que amplifique llegar a ese extremo más rápido. Es decir, si son razones más externas o internas. En cualquier caso, nos lleva a la importancia de valorar y cuidar la salud mental, tan reclamada y tan poco cuidada.

Realmente este es un tema que implica o debe implicar a todos. Padres, profesores, inspección educativa y los propios niños. En el momento que hay un elemento de la cadena que colabora, ésta se rompe y se nos cae el sistema para luchar contra el acoso escolar. Es muy difícil que la prevención siempre funcione, así que debe estar preparado para reaccionar a tiempo cuando se está produciendo el acoso. Sin minusvalorar su importancia, pues ningún contexto incómodo es positivo y menos cuando no es algo puntual sino que permanece y se acrecienta. Debe de haber mecanismos que permitan que el alumno que se sienta perturbado en su bienestar y sobre todo psicológico pueda defenderse y no tenga miedo a exponer su situación. De igual forma que las autoridades educativas y profesores sean conscientes de que forma parte de su obligaciones y les permitirá ejercer su trabajo con mayor eficacia y menores obstáculos. Los padres, por su parte, es más complicado que descubran que sus hijos son acosadores, pero mucho más fácil es que perciban que no se encuentra bien porque sufre acoso. Ahí es cuando es necesario dedicar tiempo y no cortar cauces de comunicación. Más vale ser pesado que dejar que el niño se sienta solo y maneje su frustración consigo mismo cuando su inmadurez puede ser un factor que multiplique su debilidad para gestionarla. Para algo estamos los padres. Por último están los compañeros. La tolerancia cero al bullying y la empatía son principios que siempre deben estar presentes en todas las etapas y si los iguales se unen, los acosadores terminarán sintiéndose los apartados y replanteándose si merece la pena continuar en su actitud.

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