Las pasadas
navidades recordé varios juegos de mesa que me encantaban de pequeño, pero
también existen otros más simples y que me dieron muchos ratos de diversión.
Tienen muchos años, pero desgraciadamente hoy día prácticamente no son
utilizados por los niños. Demasiado enganchados están a las tecnologías y muy
poco a lo que son auténticos juegos de calle, los de disfrutar en vivo con los
amigos. Estoy hablando de las canicas, la peonza y los coches teledirigidos.
Los primeros no requerían el más mínimo combustible mientras que el segundo
daban el placer de sentir el control de un frenético vehículo. Voy a hablar, por tanto, de esos juegos en la calle que de pequeño me encantaban en esta entrada más pequeña de lo habitual.
Corrían mis
tiempos en octavo de EGB, con casi 14 años cuando pasábamos los recreos de
media hora con las canicas, un milenario que se remonta al antiguo Egipto y la Roma antes de Cristo. Estos
instrumentos esféricos en realidad han sido de materiales diversos como
plástico, cerámica o mármol, pero las que hemos jugado de peques eran de vidrio
resistente de colores. El mecanismo de impulsar nuestra canica era siempre el
mismo, mediante el pulgar, pero existen muchas modalidades de juego. Así, una
consiste en crear un círculo alrededor de las canicas con el objetivo de
expulsarlas fuera como si estuvieran en un tatami. Las que se salieran de
círculo pasaban a manos del lanzador. Una variante consiste en crear círculos
para cada jugador y uno un medio con varias canicas. Cada uno debe golpear
(sólo) a una canica del centro para ganarla como premio. Y también se pueden
optar por partidas más originales como colocar una canica en un lugar
complicado como un hoyo y tratar de golpearla para conseguirla. Pero eramos muy celosos de nuestras canicas y preferíamos conservar nuestra colección, por lo general. O guardar las más preciadas.
La peonza puede ser más un juego estético que de competición, pero en todo caso para disfrutar mejor con amigos que solo. Al principio puede costar mucho, pero con un poco de práctica, al retirar la cuerda este instrumento podía girar y girar y a veces más tiempo de lo que nos imaginamos. Pero lo que más nos gustaba y hacía disfrutar no era tanto estar mucho tiempo girando (aunque tampoco amargaba superar algún récord) como efectuar un lanzamiento bonito o más complicado, como el que llamábamos “estilo pájaro” que se lanzaba hacia arriba. El picado proyectaba la peonza violentamente al suelo, lo que no era recomendable porque nos podíamos cargar la punta. Desgraciadamente, con el tiempo las peonzas (que eran todas de madera) sufrían daños y teníamos que renovarlas. Algunos las pintaban para que no se apropiasen de ellas, al mismo tiempo que tenían especial cariño a alguna por la suerte que les daba. Al contrario que las canicas, parece que la peonza era sólo popular con la infancia masculina. Un juego muy simple, pero que acabó enganchándonos y picándonos una vez más en esas horas de recreo con aproximadamente 11 ó 12 años.
Y otro juego
callejero que a mí me encantaba era el de los coches teledirigidos.
Posiblemente de los más que me han apasionado. Incluso reconozco que hoy día me
quedo embobado mirando helicópteros chiquititos volando y pensando que de
pequeño nunca llegué a disfrutarlos. Sí de algún coche y era una gozada
manejarlos con un simple mando a distancia y circularlos por todo tipo de
terrenos. En casa era aburrido, pero no así en la calle, en las plazas, en la
tierra… y como siempre con amigos. Eso sí, tenía yo mucha conciencia de las
pilas y procuraba no gastar demasiado en un solo día porque como es normal no
podía costearme energía para mi coche. Lo mejor era ponerles rampas, caer sobre
pequeños saltos, subir pequeñas cuestas… todo tipo de obstáculos para hacer la
carrera más divertida. A mi hermano también le gustaban y de hecho hoy día hay adultos que son auténticos fans de estos juguetes miniaturas de vehículos. Los fabrican o "tunean" a su antojo logrando a veces unas auténticas acrobacias.
5 comentarios:
Interesante entrada, la cual, me ha transportado a mi más tierna infancia.
Cierto es que cada vez es menos común ver a los niños y niñas jugar en los parques a estos juegos; las nuevas tecnologías van comiendo terreno a las antiguas.
Aún conservo todas mis canicas metidas en un bote de Colacao, todas mis peonzas (tanto las que acababan victoriosas como las que morían en el campo de batalla), y mi primer coche teledirigido ¡a pilas!
Y ya puestos en la más pura nostalgia, tampoco convendría olvidar a los Masters del Universo (tanto la mítica serie de dibujos como los muñecos), las primeras Nintendos y Segas, los cómics de Mortadelo, ¡ah!, y el Tragabolas.
Pues parece que nuestras infancias no han sido muy diferentes porque yo también guardaba mis canicas en un bote de Colacao jaja! Y el Tragabolas desde luego un juguete mítico, casi de culto hoy día con miniaturas.
Que recuerdos, con la peonza a todas partes. Se acababa la moda y venía otro juego, todo el mundo con el mismo. Eso si eran tendencias, no lo de twitter...
Un abrazo.
En realidad, la peonza, como tantas cosas, vuelve a estar ocasionalmente de moda cada cierto tiempo. Por ejemplo, desde mayo de 2012 en ciertos lugares. Y, como siempre, aunque no nos lo dijeran, a instancias de una empresa comercializadora, de igual modo que volvieron los escubidubis (cintas para hacer pulseras) entre el 2010 y 2011, las gomas/combas el 2009 o los cubos de Rubik/serpientes mágicas entre el 2011 y el 2012. Y añádale todo lo que se va incorporando al acervo -los tazos-, aunque los nombres puedan cambiar según regiones o según los tiempos.
Una información interesante, magin. Me alegro de que recuperen esos juegos, que parecían en desuso en la primera década del 2000.
Los "tazos"... cómo olvidarlos. Los de Chiquito y Dragon Ball en mis tiempos y los de Pokemon y sucedáneos en la siguiente generación. Marcaron una época en los juegos callejeros.
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